Eran líneas de colores formando una cortina rasgada desde el ordenador. Luego decidí atarlas todas con una cuerda imaginaria, como cogiendo en un nudo las partes centrales para que la luz negra pudiera penetrar hasta nosotros. Nunca pensé —hasta el final— que las luces negras no iluminan y que incluso la mayoría de las veces oscurecen. Al menos esta vez logré, que la luz desde fuera tuviera la misma intensidad sin verse afectada por los fondos.