El genial
Miguel Ángel fue el más grande de los artistas del Renacimiento, ya
que él cultivó y trabajó de forma maravillosa todas las esferas del arte, desde
la poesía, pasando por la arquitectura, la pintura y, sobre todo, la escultura.
Tal vez su obra más sublime sea la Capilla Sixtina del Vaticano. Y tal vez su
detalle más conocido sea La Creación donde Dios abre su mano hacia Adán con Eva
a su regazo. Es una obra enérgica, que más que pintura al fresco parece una
escultura sobre la pared, llena de vida, de realismo, de volumen y fuerza. Esta
obra, la Capilla Sixtina, encargada por el Papa Julio II para su Palacio
Apostólico y en la que Miguel Ángel dedicó cuatro años de su vida, es una
genialidad que hace cambiar para la historia del Arte una bóveda que era azul y
con estrellas doradas semejando el cielo nocturno a una maravilla única. Dicen
que Miguel Ángel no contó con la ayuda de ningún colega ni ayudante en la
realización de este enorme obra, que Miguel Ángel hizo tumbado en un andamio
que iba corriendo de posición.
Tan mal lo pasó que llegó a escribir de esa obra
que inicio en el año 1508: “... De afanarme en este trabajo me he ganado un
bocio como las paperas que les produce el agua a los gatos de Lombardía... Los
lomos se me han hundido en la panza, hago del culo, para contrapeso, grupa, y,
perdidos los ojos, doy pasos en falso. Por delante se me alarga la pelleja, y,
al inclinarme hacia atrás, se me rejunta de tal modo que quedo tenso como arco
sirio. Con ello, mis juicios resultan erróneos y extravagantes, pues mal se
puede apuntar y disparar con cerbatana torcida. Defiende tú ahora, mi muerta pintura
y mi honor, pues ni éste se halla en buen lugar, ni soy yo pintor...”.
En la obra de
La Creación destacan dos enormes y claras imágenes humanas: por un lado, Dios
encarnado en un hombre ya anciano y con barba blanca y cabellos largos, que
está envuelto por una túnica púrpura, que parece llegar a la Tierra rodeado de ángeles
llevando bajo su brazo izquierdo una figura femenina, interpretada como Eva y
que aún no había sido creada. Mientras su brazo derecho se estira, con el fin
de otorgar la chispa de la vida a Adán.
Y por otro lado, un Adán que
está representado como un joven y hercúleo personaje, un nuevo hombre débil pero
bello y grande que espera acostado en tierra a que le sea insuflada vida. ya
que su brazo izquierdo se encuentra en la misma posición y a la misma distancia
que el brazo derecho de Dios. Estamos a ante una composición artística de
belleza excepcional en la que sobre todo se refleja el dedo creador de la mano
de Dios. Un soplo de vida que se entrega en el contacto entre los dedos de las
dos figuras.
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