La música invita a la alegría o a la tristeza, al recogimiento o a la juerga, a moverse o a quedarse tranquilamente parado para no perder sonidos. La música es vida y cuando inunda las calles es además vida compartida.
Los músicos callejeros nos regalan (casi) sus creaciones y sus trabajos para movernos las sensaciones internas, mientras paseamos o circulamos por entre las densas calles de nuestra ciudad viva. Mucha veces no les miramos, pero no podemos pasar sin escuchar su propuesta sonora. La música inunda nuestros interiores, aunque no nos demos cuenta de ello.