Los creadores, sean del tipo que sean: pintores, escultores, escritores, arquitectos o músicos, actores o provocadores, deben precisamente eso: motivar, mover nuestros interiores, provocar sentimientos o sensaciones, crear opiniones y juicios, mover conceptos y auparlos para avanzar.
Provocar sensaciones en los actores que simplemente miran, leen, observan, escuchan.
Quien crea algo desde la nada, debe saber que está explorando algo nuevo, pues quien copia no es un artista sino un artesano.
Un creador debe asumir que su obra irá (o no) a la basura, pero que es posible que antes de eso, ha logrado crear sensaciones que la salven del fuego, del abandono, del olvido. O al menos debe intentarlo.
Crear es construir, afrontar la opinión de los demás pero no asumirla, para que no nos censure en nuestra constante libertad creativa.
Crear es sobre todo estar seguro de uno mismo y seguir explorando en busca de nuestra verdad. Si además convence la obra a alguien, miel sobre hojuelas.
No es sencillo ser creador de lo que sea, pues lo normal es hundirse en la desesperanza, no lograr los objetivos, asumir que tus planteamientos no sirven.
Pero la desesperanza no nos debe vencer, hay que seguir explorando y construyendo.
Crear no es sencillo. Que te lo asuman, que admitan tu obra, es casi imposible. Muy pocos lo consiguen.
Crear no es sencillo. Que te lo asuman, que admitan tu obra, es casi imposible. Muy pocos lo consiguen.
La obra que vemos arriba es del aragonés Pablo Serrano.