El flamenco en todas sus vertientes es algo que entra dentro y te mueve las entrañas. No hay dudas de ello. Pero como muchas otras representaciones artísticas hay que verlo en directo, sentirlo y casi tocarlo, estar envuelto en un buen lugar que sepa ponerte casi en trance, que trasmita. El marco es tan importante casi como el contenido, o al menos sirve para posicionar el sentido y valorar más lo que se vive.
El flamenco lo entienden mucho más aquellos que lo conocen y lo han vivido desde pequeños, pero impresiona más a los que no lo conocemos, a los que lo observamos desde fuera y tenemos algunas puntuales ocasiones de asumirlo como un temperamento que rompe el aire y el momento, para trasmitir sensaciones de pena o alegría, de ruido y sonido mezclado con el brío y el movimiento que trasforma la contemplación. Hay que asumirlo en silencio, dejarse llevar por las sensaciones y motivarse desde dentro. El ruido debe romperte el interior. Es el flamenco visto desde un forastero.