Yo creo en los milagros. Pero no en los milagros por mediación. Si en los milagros casuales. En las casualidades milagrosas, en las torpezas maravillosas que se convierten en renglones torcidos, no esperados. No todas las equivocaciones son malas, no todos los milagros son buenos.
No creo en la divinidad humana. Menos en la divinidad inventada por los humanos. Pero creo en los milagros caprichosos que tuercen —a veces maravillosamente— los caminos rectos en torcidos.
¿Quién dijo que los caminos que no son rectos son peores?
Hoy nos han concedido el “Premio Dardos 2010”. No me siento capaz de elegir a otros maravillosos blog, no en un número de 15. Visito decenas de ellos, pero no me siento con categoría para concederles un premio. ¿Quién soy yo para eso, si no creo en las divinidades?
Yo creo en los milagros y que me concedan un premio está muy bien, tanto, que no quiero que lo tengan otros más. Soy un asqueroso egoísta.