John Baldessari, pionero del arte conceptual, compartió su perspectiva única en una exposición antológica en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. En su enfoque, propuso la idea audaz de que todo y nada es arte, destacando que "arte es aquello que dicen que es arte… los propios artistas" (E. H. Gombrich).
A sus 81 años, Baldessari ha desafiado la dicotomía entre arte y no arte, buscando liberarse de las restricciones impuestas a los artistas.
En la era post-ilustración, los artistas fueron venerados como "creadores", pero Baldessari, cansado de esta noción, buscó convertirse en un "no-artista".
Esta postura desafía la percepción tradicional del artista como un ser excepcional y elegido. Baldessari, y otros artistas contemporáneos, abogan por ser tratados como trabajadores más, alejándose de la idea romántica del artista divino.
En la actualidad, el arte sigue siendo vibrante y diverso. Aunque los templos artísticos han sido radicalmente cuestionados, el panorama actual presenta una variedad de obras que van desde lo enrevesado hasta lo banal, transformando la tarea del artista en una experiencia recreativa y alejándola de su antigua misión teológica y trascendental.
Este cambio radical en la percepción del arte, marcado por la quema simbólica de los templos artísticos, ha generado una transformación profunda en la naturaleza de la creación artística. Las obras contemporáneas, ya sea que se consideren buenas o malas, complejas o banas, han abrazado el mundo del entretenimiento audiovisual.
El arte ya no está confinado a los límites de los templos sagrados, sino que se ha convertido en una expresión libre y accesible. Los artistas, una vez vistos como gurús sagrados, ahora han liberado su tarea de la pesada carga trascendental y teológica de la creatividad. Este nuevo paradigma ha propulsado al arte hacia un universo soleado de lo recreativo.
Así, mientras el espectáculo artístico continúa sin decaer, la definición y experiencia del arte han evolucionado. El público ahora tiene la libertad de disfrutar, reír, sufrir o simplemente pasar el rato con obras que van más allá de las antiguas distinciones entre lo culto y lo inculto, lo verdadero y lo falso, adentrándose en un territorio donde la creatividad se celebra en todas sus formas.
Hace tiempo que la radical quema de los templos artísticos, como hizo Baldessari con su obra anterior a 1970, los ha convertido en montones de ceniza. Lo que llegó posteriormente, lo que se encuentra en la actualidad, bueno o malo, enrevesado o banal, no es sino entretenimiento audiovisual. Los artistas han dejado de ser los sagrados gurús y su tarea, liberada de la tremenda, trascendente y teologal misión de lo creativo, ha logrado, por fin, el soleado universo de lo recreativo.
En la actualidad, el arte sigue siendo vibrante y diverso. Aunque los templos artísticos han sido radicalmente cuestionados, el panorama actual presenta una variedad de obras que van desde lo enrevesado hasta lo banal, transformando la tarea del artista en una experiencia recreativa y alejándola de su antigua misión teológica y trascendental.
Este cambio radical en la percepción del arte, marcado por la quema simbólica de los templos artísticos, ha generado una transformación profunda en la naturaleza de la creación artística. Las obras contemporáneas, ya sea que se consideren buenas o malas, complejas o banas, han abrazado el mundo del entretenimiento audiovisual.
El arte ya no está confinado a los límites de los templos sagrados, sino que se ha convertido en una expresión libre y accesible. Los artistas, una vez vistos como gurús sagrados, ahora han liberado su tarea de la pesada carga trascendental y teológica de la creatividad. Este nuevo paradigma ha propulsado al arte hacia un universo soleado de lo recreativo.
Así, mientras el espectáculo artístico continúa sin decaer, la definición y experiencia del arte han evolucionado. El público ahora tiene la libertad de disfrutar, reír, sufrir o simplemente pasar el rato con obras que van más allá de las antiguas distinciones entre lo culto y lo inculto, lo verdadero y lo falso, adentrándose en un territorio donde la creatividad se celebra en todas sus formas.
Hace tiempo que la radical quema de los templos artísticos, como hizo Baldessari con su obra anterior a 1970, los ha convertido en montones de ceniza. Lo que llegó posteriormente, lo que se encuentra en la actualidad, bueno o malo, enrevesado o banal, no es sino entretenimiento audiovisual. Los artistas han dejado de ser los sagrados gurús y su tarea, liberada de la tremenda, trascendente y teologal misión de lo creativo, ha logrado, por fin, el soleado universo de lo recreativo.